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MASAYA.

Paisaje marciano,
calor,
humo,
azufre.
Paisaje prehistórico,
antiguo,
jurásico,
fósil.
Paisaje tranquilo,
somero,
silencioso,
durmiente.
Paisaje impredecible,
explosivo,
poderoso,
activo.
Paisaje vigilante,
altivo,
dominante,
fuerte.
Paisaje misterioso,
mítico,
legendario,
mágico…
Masaya.

LOS MONIMBÓ.

Hoy hemos tenido el gran honor de compartir, escuchar y conversar con un pueblo indígena, los Monimbó. Se trata de una comunidad perteneciente a la ciudad de Masaya y que supone más del 50% de la población de esta. Una de sus peculiaridades es que conserva la figura del Alcalde Indígena de Vara, que aunque depende del Alcalde de Masaya, tiene poder de decisión en las acciones y decisiones que se tomen y afecten a este pueblo indígena.

Nos han explicado cómo se estructura el consejo y el modo de elección del Alcalde de Vara, así como del sucesor, que antes de tomar el cargo, será vicealcalde. Además, existe la figura del secretario y el Consejo de Ancianos.

Además de responder a nuestras preguntas nos han ofrecido «tiste». Una bebida no alcohólica, que ya tomaban sus ancestros y a la que tienen un cariño especial, ya que es una de las pocas cosas que conservan de las costumbres de su pueblo, los chorroteca, de antes de la colonización española. Se elabora con maíz y cacao. El maíz se cuece, después se seca, se tuesta y se muele; y por otro lado, también se seca y se muele el cacao. A continuación se mezclan los dos ingredientes y se añade agua. El sabor me ha recordado al de los mantecados de canela…
Contaban con un idioma propio que se ha ido perdiendo con el paso de los años, pero sí conservan numerosas historias y leyendas…

La dulce Xalí del Cailahua.

Tomado de Gustavo A. Prado: Leyendas Coloniales. Ediciones del club del libro nicaragüense, Managua, 1962.

Por la noches, dice un antiguo romance, vaga sobre el haz de las aguas de la laguna de Masaya el fantasma de la dulce Xalí.

Los pescadores tienen buena pesca en el plenilunio porque la dulce Xalí vagas sobre el haz de la laguna de Masaya.

La brisa que riega el agua, hace y deshace los pliegues de la túnica de la dulce Xalí.

«Pescador, es el plenilunio; toma la barca y tu atarraya y ándate a Cailahua que la dulce Xalí va sobre el haz de las aguas».

Kieg, hijo de un principe Quiché, llegó un día a pescar por los dominios del cacique de Nindirí y prendose locamente de Xalí, la hija de este. Cuando se supieron sus pretensiones, el hijo del cacique de Jalata, llamado Nancimí, quien estaba ofrecido en matrimonio porque así convenía a una alianza que ambos caiques habían convenido, se sintió hondamente despechado; entre las pequeñas cortes hubo un movimiento de desagrado y juraron hacerle la guerra al extranjero que arrebataba la dicha del bravo Nancimí, mas al padre de Xalí, agradaba el matrimonio con Kieg, y no vio con desagrado los amores.

Herido en su amor el de Jalata, cuando supo que el amigo le era infiel a la palabra empeñada, dispuso hacerle una visita acompañado de numeroso séquito, llevando consigo un mil súbditos armados con lanzas y agudas flechas de huiscoyol.

En efecto, después de haber enviado un heraldo anunciándole su visita, se puso en camino el de Jalata embarcándose en hermosas canoas empavesadas llevando músicas y haciendo una feliz travesía sobre las aguas dormidas de la laguna de Masaya. Del otro lado esperaban para darle la bienvenida los del señorío de Nindirí que así mismo acompañaron con flautas, tunes, chirimía y tambores al cortejo que traía el de Jalata.

Que se dijeron los caciques es fama que nunca llegó a saberse, pero Kieg, unió su destino al de la dulce Xalí.

Las fiestas que acordaron fueron por varios días, celebrándose en la plaza torneos y simulacros divertidísimos, mas el mejor número fue la casa del venado, hecho en plena selva hacia Ticuantepe.

Caía la tarde y las aguas de Masaya se tenían de oro y gualda, Kieg y Xalí habíanse quedado atrás, olvidados de la vida y del mundo, engarzando un collar de horas para el porvenir. Nancimí que disfrutando entre el cortejo había asistido a la cacería, habíase adelantado y oculto tras la maleza espiaba el paso de la pareja.

De repente el zumbido de una flecha paso sobre a cabeza de los novios.

– ¿Oyes? – dijo Xalí.
– Sí, es el pájaro que anuncia la proximidad de la noche.
– Es una flecha – repuso ella -, mírala como quedó clavada en el tronco del Jenízaro.
– ¿Pero quien podrá ser?
– Sólo uno: Nancimí…
– Ah –dijo el joven indio.
– Y no pudo decir más, una segunda flecha más certera le atravesó el cráneo y cayo muerto en el camino.
Xalí se precipitó sobre el cadáver adorando y besando la herida abierta por donde la vida se escapaba.
Gritó en el silencio de la tarde -¡Kiev! Oyeme, soy yo tu Xalí…

Pero como un tigre saltó Nancimí al camino y tomando por el talle a Xalí, le dijo:
– Mía o de nadie, Xalí.¡A mí todos!
Y brotaron de la maleza varios compañeros.

Bajaron por los despeñaderos de la laguna llevando a la princesa, travesaron la costa de rápida pendiente sembrada de lava y al llegar a las orilla, tomaron una canoa que los condujo a la parte opuesta, en donde se mira la roca cortada a pico de Cailahua: luego buscaron la parte accesible a la parte humana y bajaron hacia la gran cañada en donde corren las aguas lluvias a precipitarse en el despeñadero del Cailahua.

Era el plenilunio, la luna con luz perla baña el monte silencioso y Nancimí quiso con dulces palabras llegar hasta el corazón de Xalí.

El sol de la mañana sorprendió a Nancimí a los pies de Xalí, y ella desolada llorando al bien amado muerto.

– Di, Xalí, ¿no me quieres?
-¡Quiero la muerte para unirme con Kieg!
-Si eso quieres la tendrás ¡cruel!
Y retirándose a una distancia regular le dijo:
-Toma, ahí va y no serás ni de aquel ni mía.
Y le disparo una aguda flecha de huiscoyol.

En la roca, desde entonces se mira una sepultura abierta y alrededor varios jeroglíficos que dicen ser la tumba de la dulce Xalí.